Durante décadas, Buenos Aires sostuvo una vida afro mucho más intensa y vibrante de lo que la historia oficial dejó ver. Si hoy cuesta encontrar rastros visibles de esa presencia, es en parte porque muchos de sus espacios de encuentro quedaron fuera del relato dominante. Uno de los más importantes –y a la vez más olvidados– fue el Shimmy Club, cuya actividad tuvo como escenario principal a la Casa Suiza, en Rodríguez Peña 254.

Un punto de encuentro para una comunidad dispersa

La Casa Suiza había sido fundada en 1861 como sede de la Sociedad Filantrópica Suiza. Su salón principal alojó obras teatrales, orquestas, actividades políticas y culturales. Pero desde fines de la década de 1920 se transformó, sin proponérselo, en un espacio esencial para la sociabilidad afroargentina.

A través del Shimmy Club –activo desde 1924– la comunidad afroporteña alquilaba cada año el edificio para organizar los ocho bailes de carnaval, además de encuentros periódicos. Allí no solo se celebraba: se sostenía la continuidad cultural negra en una ciudad que insistía en verse blanca.

El sótano: tambores, rumba abierta y candombe afroargentino

El corazón del Shimmy no estaba arriba, sino en el subsuelo. En ese buffet –hoy desaparecido– cada familia llevaba sus propios tambores. Las mesas estaban numeradas, y al centro quedaba un cuadrado libre para bailar.

Desde medianoche, los ritmos de candombe porteño y rumba abierta hacían vibrar el piso. Ocho o nueve tamboreros –la mayoría afroargentinos del tronco colonial– marcaban un pulso que, según muchos testimonios, podía llevar a un estado de “éxtasis” o “lo agarró el santo”, una entrega total al baile.

Quienes vivieron esa época recuerdan el calor, la transpiración, la energía colectiva, las competencias espontáneas entre bailarines como Teté Salas, José Cubas o Pocha Lamadrid, y la emoción de ver a las generaciones mayores marcar los pasos del candombe afroporteño, un estilo distinto al uruguayo: más pausado, más cadencioso, más “viejo”.

Carnaval en la calle: tambores por Corrientes

Al apagarse las luces del salón, la fiesta no terminaba.
Comparsas enteras salían por Rodríguez Peña hasta Corrientes, tocando tambores y cantando “Bariló” o «Guariló». Desde allí seguían hasta el Bar Ramos y, cuando amanecía, continuaban hacia la Costanera. Eran más de diez horas seguidas de baile.

Para muchos niños y niñas afroporteños, estas noches fueron la puerta de entrada a una identidad que la sociedad intentaba borrar.

Un refugio cultural cuando el país los negaba

La importancia del Shimmy debe entenderse en un contexto hostil. A lo largo del siglo XX, los afroargentinos estuvieron profundamente invisibilizados, no solo por el discurso estatal sino también por la academia y por la propia cultura popular.

Sin embargo, dentro de la Casa Suiza se confirmaba algo vital:
que la comunidad afroporteña existía, tenía historia, tenía familias, tenía cultura viva.

Allí se encontraban parientes dispersos por la ciudad, se formaban parejas, se transmitían pasos, se afirmaba una continuidad negra que muchos creían extinguida.

El final de una época

Con la llegada de la dictadura cívico-militar, y también por cuestiones económicas, las celebraciones en “La Suiza” se terminaron.

Muchos coinciden en que el último baile realmente multitudinario ocurrió en 1976; algunas fuentes mencionan 1978 como el año final.

Un símbolo de memoria afroporteña

En 2000, Pocha Lamadrid –ya como activista y referente– logró organizar una fiesta en la Casa Suiza para revivir el espíritu del Shimmy. El evento fue un éxito, pero quedó como un gesto simbólico y aislado.

En 2012, cuando se anunció la demolición del edificio, asociaciones afrodescendientes como Misibamba realizaron protestas con tambores en la puerta, reclamando su protección. La Casa Suiza fue finalmente demolida en 2015.

Aun así, su legado sigue vivo en la memoria de las familias afroargentinas, en la historia del candombe porteño y en la reconstrucción contemporánea de una identidad que nunca desapareció: solo fue silenciada.

Por qué recordar al Shimmy Club hoy

Porque desarma el mito de la “desaparición” afro en Argentina.
Porque demuestra que hubo una vida cultural negra intensa hasta hace muy poco.
Porque fue un espacio donde se sostuvo la identidad, la música, la sociabilidad y la alegría de una comunidad históricamente marginada.

Recordar al Shimmy es recuperar una parte esencial –y negada– de la historia de Buenos Aires.

Fuentes
Recordando al Shimmy Club: sociabilidad afroargentina en la segunda mitad del siglo XX (1950s-1970s) Alejandro Frigerio

https://www.agenciapacourondo.com.ar/cultura/shimmy-club-fotos-y-tambores-en-la-biblioteca-del-congreso-de-la-nacion

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