El tango es, sin duda, uno de los grandes símbolos culturales de Buenos Aires y del Río de la Plata.

Y aunque solemos asociarlo a Gardel, los conventillos o el sonido del bandoneón, su historia comienza mucho antes, con los ritmos y danzas de origen afro que florecieron en los barrios del sur porteño.

Para muchos, este quizás sea uno de los “secretos mejor guardados” de la cultura porteña.

Como ocurrió con muchas expresiones culturales de raíz africana, el desconocimiento del aporte afro a los orígenes del tango forma parte del proceso histórico de invisibilización que sufrió la comunidad afroargentina y afroporteña.


¿Tango, tambo o tangó?

Según el consenso general, la misma palabra tango es  de origen africano.

Diversos estudios la vinculan la palabra con los términos bantúes: “tangó” o “tambo”, que designaban lugares de reunión o bailes de los esclavos en América.

En su libro La fiesta de los negros, Ezequiel Adamovsky explica que el término «tango» se usó en toda América colonial para designar los lugares donde las comunidades negras se reunían para bailar, celebrar y mantener vivas sus tradiciones.

En el Río de la Plata, esas denominaciones tambiém eran sinónimos de fiesta o danza negra. Con el tiempo, el “tango” pasó de nombrar los espacios de reunión afroporteños a referir la música y el baile que allí se practicaban.

En esos “tangos” la música africana se fusionó con ritmos europeos dando origen a la base rítmica y expresiva del tango moderno. Así en las comparsas afroporteñas de fines del siglo XIX o comienzo del XX se creó el «caldo de cultivo» en el que se interpretaban mazurcas, habaneras, chotis, polcas, valses, marchas y también los primeros “tangos”, conviviendo en un mismo repertorio.

El antropólogo Pablo Cirio, del Instituto Nacional de Musicología “Carlos Vega”, encontró el primer registro documentado de la palabra “tango” en Buenos Aires: un boleto fechado el 11 de noviembre de 1802, que mencionaba un “lugar de negros” en la actual zona de Constitución.

“El tango tiene orígenes negros y está ligado a la milonga urbana, y ésta, al candombe y otros géneros afroporteños menos conocidos”, afirma Cirio.

“Cuando escuchás un candombe porteño y analizás su melodía, su ritmo, su estructura armónica, empezás a reconocer las mismas cadencias de un tango antiguo.”

“Escuchar es cultural: nos educaron para no ver ni escuchar a los negros. Cuando abrís los oídos a la diversidad, empezás a darte cuenta de tu origen negro», afirmó Cirio.


 Una danza de fusión

La coreografía del tango —esa mezcla única de elegancia y tensión erótica— también tiene raíz afro.

Surgió de la fusión entre danzas populares europeas, la habanera y los ritmos del candombe.

En los arrabales del sur, donde vivían afrodescendientes, inmigrantes y trabajadores pobres, los tambores del candombe se mezclaron con violines, guitarras y acordeones europeos.

El candombe aportó su pulso sincopado y su corporalidad; la habanera, su cadencia melancólica; y la milonga, su energía pícara.

De esa mezcla nació una danza nueva, con una tensión entre lo erótico y lo social, entre la transgresión y la elegancia.

El tango no nació en los salones, sino en los patios, los prostíbulos y los carnavales: espacios donde las jerarquías se disolvían y los cuerpos podían moverse con libertad.

El músico Juan Carlos Cáceres, en su libro Tango Negro, señala que fue el negro criollo quien transformó el baile ritual del candombe —de pareja suelta— en una danza de pareja enlazada, conservando el “canyengue” de su raíz africana.

Más tarde, el compadrito orillero imitó ese movimiento, lo codificó y lo llevó a los salones, donde el tango se volvió “académico”.


 Los músicos afro del primer tango

Los estudiosos ubican el inicio de la llamada Guardia Vieja del tango con El entrerriano (1897), compuesto por Rosendo Mendizábal, un pianista afroporteño.

No fue una excepción: a fines del siglo XIX abundaban los músicos y compositores negros en la escena porteña.

Entre ellos se destacaron:

Alejandro Vilela, Eusebio Aspiazú, Pablo Romero, Luis Suárez Campos, “el Mulato Sinforoso”, “el Negro Lorenzo”, Ruperto Leopoldo “el Africano” Thompson y Eduardo Machado.

Y entre los compositores: Casimiro Alcorta, Gabino Ezeiza, Dafne Zenón Rolón, Luis Adrián Almeida, Jorge Machado, Rosendo Mendizábal y Carlos Posadas.

También eran de origen afro Guillermo Barbieri y José Ricardo, guitarristas de Carlos Gardel, quienes lo acompañaron en discos y giras.

Barbieri (abuelo de Carmen Barbieri) incluso murió junto a Gardel en el trágico accidente de Medellín, en 1935.


 Del arrabal al mundo

Durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, el tango se consolidó como la expresión más viva del Buenos Aires mestizo y plebeyo.
Las élites intentaron “blanquearlo”, como antes habían hecho con el candombe.
Pero el ritmo, la cadencia y la fuerza expresiva de su raíz afro siguieron latiendo bajo cada compás.

En Europa, el tango fue recibido con fascinación y escándalo: su sensualidad escandalizó a algunos y sedujo a todos.

En ese proceso de internacionalización, perdió parte de su raíz afro y popular, pero su huella rítmica y su energía expresiva permanecieron intactas.

La presencia afrodescendiente en el tango y en el carnaval fue progresivamente borrada del relato nacional.

Hoy, rescatar esa historia no es solo un gesto de memoria: es reconocer que lo más profundo de la cultura porteña nació del mestizaje, de los tambores y del alma afro de Buenos Aires.

Fuentes:
Tango Negro, Juan Carlos Cáceres
La fiesta de los negros, Ezequiel Adamovsky
El origen negro del tango, Cultura,.gob
https://www.cultura.gob.ar/el-origen-negro-del-tango_6929/
La historia negra del tango, Norberto Pablo Cirio

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